Anulan reservas nacionales en el sur de Ecuador
La megadiversidad caracteriza a esta zona que enfrenta al Gobierno con ONG y asambleístas
Representantes de organizaciones ambientalistas advierten de una posible depredación de especies por la decisión de la ministra de Ambiente, Marcela Aguiñaga, de derogar el Acuerdo Ministerial 189, publicado en 1975, mediante el cual se declaró Reserva Nacional a los bosques del sur ecuatoriano, en las provincias de Loja, Zamora Chinchipe y El Oro.
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La vertiente de Yacuambí forma parte de la biodiversidad de la zona sur del país, que acoge a cientos de especies.
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Más de 5.000 especies de plantas, 800 de aves y decenas de animales, entre los que se cuentan el tapir de montaña y el oso de anteojos, conviven en esa área de más de 4.000 kilómetros cuadrados, que hasta el pasado 8 de febrero se denominó reserva nacional Bosques del Sur.
En esa fecha, la ministra del Ambiente, Marcela Aguiñaga, resolvió dejar sin efecto el Acuerdo Ministerial 189, publicado en 1975, mediante el cual se declaró Reserva Nacional a los bosques estatales y privados del sur ecuatoriano y que involucra a las provincias de Loja, Zamora Chinchipe y El Oro. La decisión de la Secretaria de Estado fue incluida en el Registro Oficial del pasado 16 de abril.
La resolución agita los ánimos de los representantes de entidades ambientalistas vinculadas a esta zona, quienes consideran que la decisión deja desprotegidos a los bosques y facilita la sobreexplotación de especies madereras.
La medida da paso a “otra forma de aprovechamiento no sustentable, con consecuencias como la falta de agua y áreas erosionadas”, asegura Wilson Guzmán, director ejecutivo de la Fundación Arcoiris, que opera en Loja desde 1989.
Al ser cuestionada sobre este tema, Aguiñaga dijo la semana pasada en una entrevista a este Diario que el acuerdo que firmó no quitaba la categoría de reserva a dicha zona. Sin embargo, según el asesor jurídico de ese Ministerio, René Orbe, los bosques secos de Loja y los nativos de Zamora Chinchipe sí podrán ser explotados, aunque bajo ciertas normas.
Ante esto, ambientalistas como Deborah Chiriboga sostienen que es necesario que la Ministra aclare si efectivamente le ha retirado la categoría a este sector del país y si le ha entregado una nueva. “No es posible garantizar que no existirá depredación cuando no hay controles”, sostiene.
El acuerdo firmado por Aguiñaga refiere que el Ministerio del Ambiente “ha determinado los aprovechamientos más adecuados que deben darse a los bosques del sur ecuatoriano”.
El presidente de la Coordinadora Ecuatoriana de Organizaciones para la Defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente (Cedenma), Manolo Morales, critica la decisión, pues Ecuador sigue siendo uno de los países con las más altas tasas de deforestación en el continente.
Morales no está de acuerdo con dar “luz verde” a la explotación de madera en esa zona. “Se cree que ya están recuperados (los bosques) y no es así”, precisa al referirse a la sobreexplotación que se dio décadas atrás y que motivó la firma del acuerdo de 1975.
En una carta dirigida a la Secretaria de Estado, el presidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta, refiere la “limitada capacidad (del Ministerio del Ambiente) de control del madereo ilegal”.
Acosta envía la misiva atendiendo un pedido del asambleísta por Loja, Gorki Aguirre (PAIS), quien asegura que la decisión de la Ministra viola el artículo 88 de la Constitución vigente, que indica que “toda decisión estatal que pueda afectar al medio ambiente deberá contar previamente con los criterios de la comunidad, para lo cual esta será debidamente informada”.
El ambientalista Fausto López, que ha trabajado en la conservación del sector desde la década pasada, califica como “golpe bajo” la resolución del Ministerio, pues pone en riesgo el equilibrio del ecosistema. “Si se afectan los árboles también se afectan a los animales terrestres y a la aves”.
El Director Ejecutivo de Arcoiris considera que este tipo de acuerdo debe motivar a analizar la falta de un ordenamiento territorial integral. “Así se puede determinar cuál es la zona productiva y dónde se pretende efectuar acciones de conservación”, anota.
El caso también genera interrogantes en otros entes ambientalistas como Fundación Natura, que luego de un análisis del tema alista un pronunciamiento para esta semana.
Industria del salmón en Chile
18 años conviviendo con jaulas
Douglas Tompkins
Cuando miro atrás luego de 18 años con una intensa “relación” con la industria salmonera chilena, puedo ver fácilmente por qué la industria está en problemas. Todo comenzó mal y puedo predecir que terminará mal.
Cuando llegué al fiordo Reñihue en 1990, la operación del salmón estaba recientemente instalada allí. Para cualquiera que la mirara entonces era evidente que no había limpieza, orden ni gestión profesional. El lugar estaba mal tratado y sin disciplina en sus operaciones, a pesar de ser manejado por el ex miembro de la seguridad de Pinochet, Patricio Quillot. Bajo ningún esfuerzo de imaginación esto podría ser considerado Noruega.
Poco después comencé a descubrir el sistema de acuicultura que se había expandido rápidamente como una “peste oceánica” por el sur de la X región y ahora por la mayor parte de la XI. En aquellos primeros años vimos vertederos ilegales de pescados muertos, una invasión arrogante de la propiedad privada, matanza de leones marinos, la desaparición de bancos de crustáceos por excesivos nutrientes en el agua, horribles instalaciones industriales en hermosos fiordos interiores, la desaparición de peces nativos en nuestros ríos producto del escape de los salmones, la desilusión de trabajadores salmoneros –hombres jóvenes que vivían lejos de sus hogares con nada que hacer, donde el trago y las peleas eran la norma–, y el quiebre social donde la gente joven abandonaba su vida familiar tejida de manera tradicional y alteraba la cultura en nuestras comunidades costeras.
En años posteriores pudimos medir los impactos ecológicos al enviar un equipo de biología marina de primera clase desde los Laboratorios de las Naciones Unidas en Mónaco a estudiar el lecho marino bajo las jaulas. El estudio culminó con un informe devastador de las ahora zonas muertas que yacen bajo cada jaula, con el asesinato virtual del Pillán, nuestro fiordo interior que está justo al frente de donde vivimos. Con el tremendo gasto de traer una máquina especial desde Europa, los científicos pudieron tomar muestras del suelo y reconstruir el proceso desde el comienzo y mostrar por cada año como los nutrientes excesivos (fecas de peces y pellets de alimentación que cayeron) habían creado lo que ellos llamaron una “sobre-eutrificación” del lecho marino. También demostraron que las normas de medición del gobierno eran inadecuadas para determinar la salud de la ecología marina. Entregamos el informe gratis al gobierno, pero éste fue sencillamente ignorado.
En los primeros 17 años y con tres dueños diferentes de esta operación salmonera, no ha habido ni un solo inspector del gobierno chileno que visite o revise estas labores. La industria ha dicho que puede autorregularse, una broma, ya que en el mundo no ha habido ni una sola industria de ninguna clase que haya demostrado hacerlo.
Las enfermedades que vemos hoy en la industria del salmón son el resultado directo de la sobrepoblación de los centros de producción, donde se excede cualquier límite de densidad razonable, y de la falta de regulaciones estrictas para la industria. Ello es responsabilidad de gobiernos del pasado y presente.
Una moratoria a cualquier expansión necesita ser puesta en efecto ya. Por años los ecologistas han puesto estos temas sobre la mesa y no se ha tomado ninguna acción. Los políticos y hombres de negocios están demasiado ocupados en una fiesta de hacer dinero, basados en obtener algo de la nada, que es lo que sucede cuando se arruinan aguas prístinas y se carga el costo al futuro. Si todos los costos sociales reales (culturales y laborales) y los ecológicos fueran internalizados, este es un negocio que deja pérdida.
Lo que se necesita es una captura tradicional bien regulada, realizada por pescadores pequeños que proporcionarán una pesca sustentable. Lo que tenemos con la industria del salmón no es más que el equivalente de una gigantesca granja chanchera flotante. Sabemos el impacto social y ecológico de esto. No hay una forma correcta de cometer errores. ¿Cuándo despertará la sociedad a este simple hecho y actuará en consecuencia?.
D. Tompkins es ecologista estadounidense, gestor del Parque Pumalín. Publicado el 6 de abril de 2008 en el diario La Tercera, Chile. Se reproduce en nuestro sitio únicamente con fines informativos y educativos.
Deforestación planificada
Las cenizas de los incendios en el Amazonas llegan hasta la Patagonia
Martín De Ambrosio
Los efectos de los miles y miles de incendios que cada temporada azotan la selva y bosques brasileños viajan hasta la Argentina en forma de microcenizas, monóxido de carbono, ozono troposférico y otras sustancias peligrosas para la salud de animales y personas. Un experto argentino cuenta causas y consecuencias del mal manejo de los suelos a nivel regional.
La globalización del clima, como concepto, no es nuevo. Siempre se mencionó la posibilidad de que el movimiento de una mariposa en Siberia pudiera originar un sismo en el Perú. Ahora, los científicos tienen las herramientas para poder establecer –aunque con algún grado lógico de incertidumbre– qué pasa ante cambios abruptos en los ecosistemas.
Así, los incendios planificados en el Amazonas, que tienen la intención de extender la frontera agrícola brasileña, podrían ser los responsables regionales tanto del rebrote de la fiebre amarilla, como de las inundaciones en Salta. Además, podrían incidir en la falta de humedad en la pampa húmeda, zona clave de la riqueza argentina. Todo porque, se sabe gracias a las imágenes satelitales, cenizas y otros residuos químicos de las decenas de miles de incendios anuales llegan desde el Matto Grosso hasta el norte de la Patagonia argentina.
Con esos datos trabaja el grupo de Pablo Canziani, quien dirige el programa de Estudios Atmosféricos de la Universidad Católica (UCA). “Las imágenes satelitales, que nos provee la NASA, permiten observar el tránsito de cenizas y elementos químicos peligrosos para la salud, que llegan desde la Amazonia hasta la Ciudad de Buenos Aires, el centro bonaerense e incluso hasta el norte de la Patagonia”, indicó Canziani, también investigador del Conicet.
Nada bueno
En Brasil se detectan un promedio de 60.000 incendios por año sólo por desmontes, con picos de 160.000, sobre todo en la temporada seca. “Allí se desmonta la superficie de un Tucumán por año. Todo eso amplifica los efectos del cambio climático global porque aumentan las temperaturas locales y cambia el ciclo del agua, se inhiben las lluvias y se realimenta la sequía; aumentan las tormentas severas que pueden afectar cosechas y la contaminación química”, explicó el científico, que integra el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y se especializa en información satelital para cuestiones atmosféricas.
Varios son los elementos originados en la quema de suelo tropical que llegan al país, entre ellos microcenizas y precursores de reacciones químicas negativas como dioxinas y furanos (como los que emiten las papeleras). “Además, se genera ozono troposférico, un oxidante que afecta a animales, plantas y personas (la mayoría de los problemas respiratorios de las ciudades se deben a este elemento), oxida materiales de construcción e infraestructura en general”, añadió Canziani. Por si fuera poco, el incendio de brasa genera monóxido de carbono (CO) y bromuro de metilo.
¿Por qué esos elementos llegan hasta las pampas argentinas y no se dispersan antes? La respuesta hay que buscarla en ciertos “chorros de capas bajas”, especies de espirales que permiten larguísimos desplazamientos. Canziani explicó que estos efectos se ven con las imágenes satelitales, pero el ciudadano común puede advertirlo cuando en los días de primavera, se ve una puesta del sol rojiza que se intensifica especialmente con los incendios.
Vienen por la humedad
Aunque Canziani concede que faltan estudios de impacto acerca de qué puede pasar con la progresiva eliminación de los bosques del Matto Grosso, sí se sabe que la humedad que hace húmeda a la pampa húmeda viene de Brasil. Naturalmente, si se desmonta ese tránsito se verá afectado y un excesivo desmonte puede afectar hasta las lluvias pampeanas.
Pese a la contundencia de lo que dice, Canziani quiere evitar que sus argumentos suenen excesivamente “verdes”. Está de acuerdo con la necesidad de aumentar la producción por la necesidad mundial de alimentos, pero quiere que se haga con inteligencia. “El concepto sería producir alimentos sin eliminar los servicios que los ecosistemas prestan al resto de la humanidad en tanto preservación de la biodiversidad y como reservorio de posibles fármacos”. Y concluyó: “El desmonte en Rondonia (Brasil) generó un aumento de más de 8ºC en la temperatura. Son catástrofes que después paga toda la sociedad. La soja no es ni buena ni mala, el problema es plantarla en suelos no aptos y muy frágiles como los del norte argentino”.
Publicado en Diario Perfil el 23 de marzo de 2008. Se reproduce en nuestro sitio únicamente con fines informativos y educativos.
Nuevos ecosistemas: ¿Qué hacer con ellos?
Diego Martino
Sobre fines del 2006 Global Ecology and Biogeography publicó un interesante ensayo sobre lo que llaman nuevos ecosistemas. En este artículo dan algunos lineamientos para definir estos ecosistemas y discuten las implicancias sobre su existencia y el manejo de los mismos.
Definen a los nuevos ecosistemas como aquellos que contienen una “composición de especies y abundancias relativas que no han ocurrido en el pasado en ese bioma”. Las características clave son (1) novedad: “nuevas combinaciones de especies con el potencial de cambiar el funcionamiento del ecosistema”, y (2) influencia humana: ecosistemas resultantes de la intervención humana, “pero que no dependen de la misma para su mantenimiento”.
Otras importantes variables descritas en el artículo son las escalas temporal, espacial, y los puntos de quiebre en los equilibrios de los ecosistemas. Los autores sugieren que la modificación de ecosistemas tiene milenios de historia y que nuestro foco debería estar en cuestiones relativas al valor de los nuevos ecosistemas en relación a otros ecosistemas.
Con respecto a la escala espacial, sugieren que debe tomarse una escala de paisaje ya que “las dinámicas de un ecosistema emergente son determinadas por el transporte y movimiento de organismos en el paisaje, y estos mismos ecosistemas pueden actuar como fuentes de propagación hacia otros ecosistemas”. En referencia a los puntos de quiebre, los autores se refieren no a cambios a equilibrios alternativos dentro del ecosistema natural, sino a cambios a un estado nuevo, causado, por ejemplo, por una invasión de nuevas especies. Los cambios pueden estar basados en quiebres bióticos o abióticos. En ese sentido, Hobbs presenta un gradiente de degradación, en el cual el quiebre biótico se presenta como previo al quiebre abiótico, éste último representaría un mayor nivel de degradación (Hobbs 2007).

Figura 1
Como puede verse en la figura 1, los nuevos ecosistemas se encuentran en el medio de un gradiente entre ecosistemas silvestres y ecosistemas con manejo intensivo. Uno de los aspectos más interesantes de la figura está dado por la dirección de los cambios desde los nuevos ecosistemas, ésta puede ser hacia cualquiera de los dos extremos del gradiente, pero se enfatiza el signo de interrogación. El mismo ilustra la incertidumbre que se tiene con respecto al manejo de estos ecosistemas.
Comienza aquí uno de los temas de mayor interés del artículo: ¿Como deben manejarse estos ecosistemas y con que objetivos? Los autores se preguntan hacia donde debe ser guiado el sistema, tanto si está en transición como si ya está estable. Se parte de la base de que será muy difícil lograr que estos sistemas sean retornados a un estado más natural debido a los costos y el esfuerzo necesario.
Los autores consideran importante comenzar a manejar este tipo de ecosistemas, más allá de que en muchos casos se sabe que no podrán retornar a su estado “natural”. Lo hacen desde la convicción de que es necesario comenzar a prestar atención a ecosistemas con mayor grado de degradación, y de que se debe sustituir la dicotomía hombre-naturaleza por un mejor entendimiento de cómo los seres humanos interactúan con la naturaleza.
Comprendida la lógica, y más allá de estar de acuerdo o no con ella, resta preguntarse con qué objetivo se manejan estos ecosistemas. Los autores no llegan a contestar esta pregunta, y tan solo sugieren algunas interrogantes a explorar a futuro y aseguran que deben ser manejados para beneficio de la sociedad, valoración que puede ser considerada por demás antropocéntrica.
El grado de modificación del nuevo ecosistema hace que difícilmente el objetivo de manejo sea la “restauración”. Sin embargo, discusiones en el marco de la disciplina de la ecología de la restauración pueden servir para orientar el manejo de dichos ecosistemas.
La ecología de la restauración ha recibido múltiples criticas en el pasado, siendo calificada como “el sustituto New Age de la psiquiatría”, o la “costosa auto-indulgencia de las clases altas” (ver Choi 2007). Sin embargo, existen dos características salientes de la discusión sobre la ecología de la restauración que la vinculan a la discusión descrita más arriba sobre nuevos ecosistemas.
Por un lado está el reconocimiento de que la ecología de la restauración es “una ciencia aplicada, como la ingeniería, que tiene un vínculo directo con los intereses humanos”. Por ende los objetivos de la restauración están influenciados por intereses sociales y se deben considerar rehabilitaciones ecológicas funcionales en lugar de restauraciones de un pasado nostálgico (Choi 2007: 352). Choi hace un uso deliberado de la palabra rehabilitación en lugar de restauración. La palabra rehabilitación denota la intención de restablecer ciertas funciones ecológicas y no volver el ecosistema a un pasado pre- disturbio.
Por otra parte Miller y Hobbs (2007), en su ensayo dedicado a analizar cuanto sabemos acerca de la restauración de ecosistemas, hacen un análisis de los objetivos de la restauración de hábitat. Por hábitat se refieren no a áreas de vegetación similar como cuando uno se refiere a “tipos de hábitat”, sino a un “área con una particular combinación de recursos y condiciones ambientales requeridas para que individuos de una determinada especie o grupo de especies puedan llevar a cabo el proceso de vida” (382). Miller y Hobbs sugieren una serie de pasos para llevar a cabo un proceso de restauración. El primero de ellos es la selección de especies focales o blanco. El siguiente paso es identificar los recursos bióticos y abióticos necesarios para la persistencia de dichas especies.
Luego de identificadas las especies focales o con necesidades de conservación, y las características del nuevo ecosistema y sus recursos bióticos y abióticos, resta hacer una suerte de acoplamiento. Una vez encontradas las “parejas”, los objetivos secundarios, ya que el primario es la conservación de la especie seleccionada, y las opciones de manejo se vuelven mas sencillas de llevar a cabo, será necesario encauzar el nuevo ecosistema hacia características que favorezcan la sobrevivencia de las especies focales en sus distintas etapas del ciclo de vida.
Considerando que algunas de las especies focales pueden llevar su ciclo de vida en distintos hábitat, es necesario tomar consideraciones a escala de paisaje. Aquí los ecosistemas nuevos pueden ser manejados para hacerlos más permeables y de esa forma mejorar la conectividad entre parches, o proveer recursos para determinadas etapas del ciclo de vida de algunas especies.
La existencia de ecosistemas nuevos “imposibles” de “restaurar”, en conjunto con el reconocimiento de los valores antropocéntricos de la restauración, no necesariamente deben llevar a concluir que el manejo de estos ecosistemas deba tener como objetivo únicamente la satisfacción de necesidades humanas. En la literatura relacionada con la conservación y restauración de ecosistemas urbanos es corriente sugerir varios “usos” simultáneos para un mismo ecosistema, área, parque o hábitat. Un parque utilizado para recreación puede cumplir, por ejemplo, importantes funciones de corredor para algunas especies si se incluye vegetación con la estructura adecuada. A su vez, esa vegetación y ese parque pueden estar cumpliendo con funciones de regulación hídrica muy importantes en una matriz de superficies duras.
El manejo de ecosistemas nuevos no debe perder de vista que dentro del gradiente de ecosistemas “silvestres” a “degradados” existe gran cantidad de especies que dependen de la permanencia de estos ecosistemas. Prueba de ello es el impacto que el abandono de ecosistemas agroproductivos está teniendo en varias partes de Europa, principalmente en el Reino Unido.
Fuentes:
Hobbs, R., Arico, Salvatore., Aronson, J., Baron, J., Bridgewater, P., Cramer, V., Epstein, P., Ewel, J., Klink, C., Lugo, A., Norton, D., Ojima, D., Richardson, D., Sanderson, E., Valladares, F., Vila, M., Zamora, R., y Zoble, M. 2007. Novel Eocystems: theoretical and management aspects of the new ecological world order. Global Ecology and Biogeography 15: 1- 7.
Hobbs, R. 2007. Setting effective and realistic restoration goals: key directions for research. En Restoration Ecology 15 (2) 354-357.
Choi, Y. 2007. Restoration Ecology to the future: A call for new paradigm. En Restoration Ecology 15 (2): 351-353.
Miller, J., y Hobbs, R. 2007. Habitat restoration – do we know what we are doing? En Restoration Ecology 15 (3): 382-390.
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